Tomayá

Tomayá es un gesto de afirmación y de empoderamiento feminista, pero es, también, un auténtico ensayo de “repliegue autoral” en términos de discursividad estética. Aimée Joristi, con este ejercicio, se inscribe dentro de una larga genealogía artística y literaria que -desde Pessoa y Rimbaud hasta hoy- ha sabido instrumentar (fundar) la existencia de una instancia autoral otra desde la que poder gestionar una voz que hable por mi y en mi nombre. Tomayá certifica, más si cabe, la validez de una de las grandes sentencias de la modernidad que se cifra en ese grandioso acertijo que señala: Yo es OTRO. Tomayá se convierte, de facto, en uno de los tantos alteregos de la artista que le permiten hablar, interpelar, refutar, demostrar o sencillamente comentar situaciones traducuidas en espacios de interés para la artista. Tomayá s locker-room, presenta el escenario -barroco y estridente- de este persona femenino que es, a un tiempo, el “repligue” de muchas mujeres de igual o parecida situación en el conflictivo/conflictuado ámbito de relaciones sociales en el arte contemporáneo. Hablamos de una mujer adulta que ya no clasifica dentro de los paradigmas cada vez más excluyentes y reduccionitas de la operatorial curatorial de los llamados curadores de turno, que buscan -solo y únicamente- a los “emergentes” o los “novísimos”. Tomayá es, en puridad, una denuncia -en clave de humor y de ironías confesadas- a ese sistema reaccionario que reconoce el valor asociado a la juventud o a otros indicadores poco menos que conflictivos y desleales. Tomayá es la otra instancia creadora, enfática, fustigadora incluso de una artista que es una pintora mayor, una performer de circunstancias, una conceptual de arrojo y una mujer total. Tomayá es Aimée Joaristi al tiempo que es (son) esas otras mujeres que habitan en la sombra. Tomayá se erige, en estos términos, como una suerte de heroína posfeminista.

Andrés Isaac Santana
Curador y crítico de arte